miércoles, 19 de septiembre de 2012




LAS ESTRELLAS DE PIEDRA

Cuando abrí los ojos , aún no había amanecido, estaba en la misma posición que vestido me 
había arrojado a la cama, sentí un sabor acre en la boca , la sentí pastosa, recogí un cigarrillo de 
la mesa de luz y lo encendí, mientras miraba el ascenso de humo comencé a repasar los 
acontecimientos de una semana atrás, todo había comenzado en cuanto llegué al hospital psiquiátrico.
Buen día Dr. 
Saludó José, encargado de la vigilancia del hospital. 
--Buen día.. 
Contesté deseando que así fuera.
Me dirigí derecho a mi consultorio, en la sala de espera había varias personas, mi asistente entró 
detrás de mí llevando las historias clínicas.
--Hay un paciente que lo envió la Dra. Arregui, dejó dicho que después de la consulta se comunique con ella.
Dicho esto salió dejando sobre mi escritorio las historias clínicas, tomé la que me enviara la Dra. Arregui y la repasé ligeramente, nada anormal salvo la nota adosada al historial, “ no lo tomes a la ligera, escúchalo detenidamente”, lo separé del resto y me dispuse a atender a los pacientes, uno a uno fui atendiendo, hasta que mi asistente entró diciéndome que el próximo era el enviado de la Dra. Arregui, e hizo entrar al mismo, era un hombre de mediana edad, cabello entrecano, gesto adusto, algo encorvado.
--Buen día. Dr.
Saludó, su voz era pausada pero firme.
--Buen día, contesté, pase, siéntese por favor.
Dije señalando una butaca con respaldo acolchada, así lo hizo y se quedó mirándome fijamente.
--Tiene que ayudarme Dr.
No fue un pedido, más bien sonó como una orden.
--Ayudarlo en que cosa,,?
Traté de que mi voz sonara lo más normal posible, pero su mirada me incomodaba.
--Todo comenzó hace unos tres o cuatro meses..
Empezó a decir lentamente, y prosiguió.
--Yo vivo en un lugar apartado de Chascomús, bastante apartado, vivo en soledad desde
que falleció mi señora hace ya 5 años, nunca tuve problemas, me gusta la soledad,
tengo todo lo que necesito para sobrevivir, repito, nunca tuve problemas hasta hace como
dije anteriormente tres o cuatro meses atrás, una mañana al ir a recoger los huevos al gallinero,
en lugar de huevos en el nido encontré estrellitas de piedra , pensé que alguien me estaba 
haciendo una broma, pero como ?, yo vivo muy apartado y alejado de todo contacto 
humano, pero la cosa no terminó ahí, me desapareció el gallo y en su lugar encontré,
una estrella más grande que las otras, una noche me quedé Vigilando sentado en mi sillón
Junto a la ventana y ví como bajaba lentamente un gran disco y se quedó suspendido a un metro 
del suelo, bajó una rampa y descendieron tres altas figuras con túnicas hasta el piso, tomaron un 
cerdo y se lo llevaron, fui donde estaba el cerdo y encontré una estrella de piedra brillante un poco 
más grande que la anterior, fui a hacer la denuncia a la comisaría y no me llevaron el apunte, se
reían ,fui varias veces, me llevaron a ver a un Dr. Del pueblo, este me escuchó y me recomendó ir 
a ver con una carta suya a la Dra. Arregui, y ella me envió a Ud. Creen que estoy loco Dr. Y 
realmente tengo miedo porque se están llevando una cosa distinta cada vez que bajan, ayúdeme
Dr. La policía no me cree, que voy hacer?
Su voz sonaba angustiada, aparentemente era un típico caso de alucinaciones debido a la soledad,
--Mire, hagamos una cosa, yo voy a comunicarme con la Dra. Arregui, y evaluaremos su denuncia
analizando sus temores, le doy una cita para mañana a esta misma hora y le tendremos lista una
evaluación para que Ud. Entregue a la comisaría para que le tomen la denuncia.
--Se lo voy a agradecer Dr, muchas gracias.
Se levantó y salió caminando despacio volviendo a agradecerme antes de cerrar la puerta. Llamé
por teléfono a la Dra Arregui. 
--Hola Esther, como estás, habla Fernando, acaba de irse el paciente Que me enviaste, que piensas 
de él.
--Que tal Fernando, te contó todo ?
--Sí, de las cosas que le faltaron, de las siniestras figuras aparentemente extraterrestres, de las 
cosas que le dejan a cambio, decime, para qué me lo mandaste?
--Porque el Dr. Que me lo envió es un amigo y me pidió que le prestemos atención psiquiátrica ,
dice que es un buen tipo, lo conoce porque el atendió a su esposa hasta que falleció y le da 
pena Ver lo que la soledad le está haciendo, que le dijiste?.
--Le dije que volviera mañana, que le tendríamos lista una nota para que presente a la policía así
le tomarán la denuncia, pero creo que tendríamos que medicarlo y tratarlo, aún puede ser que
su esquizofrenia sea curable, te parece bien?
--Me parece bien, lo dejo en tus manos y gracias, cualquier cosa nos hablamos, chau un beso.
--Ok. Otro beso, chau.
Qué bien, a ella le envían un problema y me lo encaja a mí, me senté en la computadora y 
Comencé a confeccionar una nota para el paciente , como la nota iba a ir en sobre cerrado,
escribí indicándole a las autoridades del lugar lo que a simple vista y sin un estudio profundo
creíamos que el hombre sufría de alucinaciones debido a la soledad, que no era de peligro y
les solicitaba que aceptasen su denuncia para tranquilizarlo y de esa manera se nos haría
más fácil tratarlo, imprimí el escrito y lo coloqué dentro de un sobre, en el mismo escribí,
“ PARA PRESENTAR A LAS AUTORIDADES “, y más abajo, Dra. Esther Arreguy y Dr, Fernando
Iribarren, Psiquiatras. Dejé el sobre en el escritorio y atendí al último paciente, y me retiré 
a mi domicilio. Al otro día llegué un poco más tarde al hospital, no vi en la sala de espera 
al señor del día anterior que dicho sea de paso no sabía su nombre, llamé a mi secretaria
Y le dije que en cuanto llegase el hombre lo haga pasar y le pregunté si lo había anotado
y que me pasase su nombre, entró me entregó la ficha, en la misma decía, Gustavo Fernández 
Casas, 60 años, domiciliado en Chascomús , calle Belgrano S/n esq. Irala. no vino ese día ni
en toda la semana, entonces llamé a la Dra. Arregui.
--Hola Esther, te habla Fernando, tu paciente no vino en toda la semana, sabes algo?
--Hola Fernando, no sé nada, voy a llamar al Dr. En Chascomús y te llamo.
--Ok. Espero tu llamada.
Como a la hora sonó el teléfono.
--Hola Fernando, llamé a Chascomús y el Dr. Nada sabe de él, fue hasta la comisaría y tampoco,
quiere ir hasta la casa pero me sugirió a pesar de que sabe que es mucha molestia si podíamos
acompañarlo ya que supone que al vernos a nosotros. Tendrá más confianza que si va con la 
policía.
Qué tengo yo que ver con todo esto, pensé, pero como le decía que no a Esther.
--Está bien, cuando quieres que vayamos?
--Mañana te paso a buscar a las 5 de la mañana, te parece bien?
Encima tenía que madrugar.
--Ok. Te espero, hasta mañana.
--Hasta mañana y gracias.
Contestó y colgó.
-- que tengo yo que ver con todo esto, me repetía.
A la mañana siguiente, bien puntual llegó la Dra.
--Buen día Dr. 
Dijo con algo de sorna.
--buen día Dra. 
Conteste de la misma forma y creí ver una leve sonrisa dibujada en sus labios.
Llegamos alrededor de las 7 hs. Que era más o menos la hora pactada entre ellos, tras la presentación de rigor, nos dirigimos a la comisaría para ser acompañados por un oficial 

que conocía la zona, después de 30 minutos de viaje nos acercamos a una vivienda muy descuidada pero amplia, paramos cerca de la entrada , su vieja camioneta estaba a un costado,
--Don Gustavo!!!
Gritó el oficial, silencio absoluto.
--Don Gustavo!!!
Volvió a gritar el oficial ya más cerca de la puerta de entrada a la vivienda que estaba entreabierta,
Nos acercamos y muy lentamente entramos, estaba vacía, la pava sobre la mesa y el mate volcado 
a un costado, en una punta de la misma había unas estrellitas de piedra, al lado una más grande y 
al lado de esta otra aún mayor, y sobre el sillón junto a la ventana una estrella mucho más grande aún.


Carlos Martinez
 

miércoles, 12 de septiembre de 2012







Tiempo, mientras pueda ser...

Parecía una noche de tranquila en el hospital. En las últimas dos horas no se había presentado ninguna emergencia. Raquel removía con insistencia su taza de café humeante mientras sus pensamientos también se evaporaban compitiendo con el vapor que se fugaba del líquido en esa guardia nocturna que no estaba llevando bien.

Marcelino observaba muy pendiente de los movimientos de ella. Estaba cansado, tampoco había tenido un buen día y agradecía que la sala de urgencias estuviese de momento sin pacientes que atender.

Pocos metros los separaban y sin embargo parecían mucho más distantes. Las diferencias de la última semana, habían desgastado sus horas en común, haciendo que orgullosos no se dirigieran la palabra.

Esta noche habían coincidido sus guardias, pero eran incapaces de reconciliarse al menos para no sentir tanto silencio en esa sala del hospital. Intercambiaban algunas miradas pero se aferraban a sus trincheras personales repasando las afrentas en la mente mientras se castigaban con indiferencia.

De momento, por la puerta ya entraba un paciente herido y postrado sin conciencia en la camilla que les acercaban. Rápidamente comenzaron con las maniobras médicas y luchaban incansables por salvarle, decidiendo una y otra cosa, reaccionando con precisión a las demandas de aquel cuerpo que iba perdiendo vida.

Ahí estaban, unidos, entregados en una sola fuerza rescatadora, hablándose, compatibles, olvidando que minutos antes se hacían la guerra...

Agotados, se rindieron al designio que su ciencia no podía controlar. Salieron arrastrando sus cuerpos por aquel pasillo frío, sintiendo la muerte de ese hombre más hondamente que ninguna otra. 

Marcelino apretaba su rostro con las manos, apoyando los brazos en las rodillas, sentado, derrotado por el cansancio físico y mental. Raquel planchaba el piso con su ir y venir desesperado sintiendo una angustia indescriptible.

En un momento, coincidieron sus miradas, ablandados por lo ocurrido, corrieron uno en pos del otro a abrazarse. Se confortaban con empatía, como colegas, pero se reencontraban como pareja, aprendiendo de golpe que en esta vida solo tenemos oportunidades y tiempo, mientras pueda ser...
Tere García Ahued.






 Tánatos y eros


-
El Hospital Interzonal se había convertido en el curso de dos horas, en un verdadero pandemónium. Los heridos llegaban arrastrándose o acompañados de algún amigo o familiar; enseguida fue claro que la cantidad de enfermeros no iba a ser suficiente.
La bomba estalló en el corazón de un concurrido Shopping ese sábado a las seis de la tarde. La Dirección del Hospital convocó a todo el personal médico, paramédico, de apoyo logístico, practicantes de quirófano, sin olvidar a los patólogos de la morgue. Todo aquel que no estuviera de guardia debía presentarse.
Las sirenas no paraban, los televisores de las salas de espera transmitían minuto a minuto vívidamente lo que había sucedido, y estaba aún sucediendo. 
Decenas, miles de personas sufrieron el ataque terrorista. Algunos se dirigían a las clínicas particulares; los que quedaron inconscientes, muy malheridos o no tenían cobertura médica eran trasladados de inmediato al Interzonal.
Facundo y Soledad cumplían guardia en cirugía esa tarde. Pero no se enteraron sino hasta media hora después de que comenzaran a llegar los heridos. Se habían encerrado en el cuarto de descanso, y los jadeos les impidieron escuchar los gritos de desesperación.
Muerte y vida se conjugaban en el inmenso edificio.
Cuando terminaron de vestirse, salieron y se separaron, perdidos entre el fárrago de llanto y sangre. Dos días y sus noches tardó en aplacarse la crisis.
Al tercer día, más o menos a las seis de la tarde, ojerosos y agotados, volvieron a encerrarse en el cuarto de descanso.

Lidy feliz



Juguemos a crear  " Pequeñas Historias"




Antonio había pasado una mala noche en la sala de guardia. 
Todos los pacientes que habían entrado esa noche fueron reflejo de la situación de inseguridad por la cual estaba pasando el país. 
Muchos heridos por robos y hasta uno asesinado.
Una mujer entró a la sala muy lastimada, pues habían entrado a su casa a robar y la maltrataron y pegaron. Estaba muy golpeada y con el corazón acelerado por la taquicardia que le produjo el momento.
Muchos eran los casos que se le habían presentado en esa noche. 
No vamos a describir aquí uno por uno.
Antonio sabía que en los veinte años que llevaba trabajando en la guardia, que era lo que a él le gustaba, nunca como ahora recibía tantos casos producidos por ataques de robo o de intento de robo.
Esa noche, en algún momento, llegó a pensar que con 48 años de edad ya debería cambiar de rumbo en su carrera y proponerse algo más tranquilo que las corridas de una guardia.
Quedaban pocas horas para terminar su turno. Fatigable turno de corridas y de vidas salvadas y curaciones.
Quería irse a su casa ya, pero no podía aún tenía un horario que cumplir.
En un momento de relax pudo ir al baño, lavarse la cara y hasta poner una ficha en la expendedora de café para tomarse uno bien caliente y cargado.
Se acercaba la hora del descanso y los ingresos en la guardia ya se habían tranquilizado y menguado.
Decidió partir unos minutos antes a cambiarse. Pero no pudo llegar al vestuario cuando escuchó que lo llamaban. Otra urgencia había entrado en la guardia.
Una mujer con graves heridas acababa de ingresar, semiinconsciente y con sus ropas arrancadas. Había sido violada también.
Al llegar la vio. Era Camila, Euna médica que hacía diez años había compartido la sala de guardia con él. Al verla recordó el primer día que la vio. ¡Cómo olvidarlo! Su energía irradiaba ganas y alegría y su belleza lo llenaba de deseo. Era ocho años menor que él. Recordó aquél día en que, entre paciente y paciente, locos de pasión, se escondieron en la droguería e hicieron el amor de la forma más hermosa. Sus relaciones habían seguido, pero fue cuando la trasladaron a la provincia cuando dejaron de verse. ¿Qué habría sido de ella?
Mientras intentaba hacerle retomar la conciencia pensaba qué cosas había vivido aquella mujer que se había llevado una parte de su corazón.
En un momento de conciencia, abrió los ojos y lo vio. Lo reconoció. Sonrió a penas y le tomó la mano a aquel con quien había compartido tan buenos momentos. 
El dejó suave su mano para ella y en pocos instantes su corazón dejó de latir.
Una lágrima rodó por la mejilla de Antonio.


Eduardo Cortese 



A expensas de una propuesta del foro Abor Artístico, salió esta historia pequeña...tal como su titulo dice, una simple escena... de esas que ocurren a diario y que, tal vez, no le importan más que a sus protagonistas...
Pero no por eso, por pequeñas digo, por invisibles para el resto, menos dignas de ser contadas, no?...

UNA ESCENA SIMPLE...

Melina Flores salió del quirófano echando chispas.
Mientras se sacaba el barbijo y los guantes, Ramiro apareció por la misma puerta que ella había atravesado treinta segundos antes.
— ¡Hey, hey! — Exclamó él sin siquiera tomarse la molestia de quitárselos antes de hablar. — ¿Te parece forma de terminar una cirugía?
— ¡Preguntale a la paciente cuando se despierte de TU anestesia!
— ¿Qué me querés decir?... — Cuestionó él ofuscado.
— ¡Lo que dije! Sólo eso... — Y sin dejar de restregarse enérgicamente las manos bajo el grifo, agregó: — No voy a tolerar ninguna distracción más, Doctor. Linares... ¡Ninguna!
— ¿Usted habla de distracción... Doctora Flores?... Tiene que agradecer que se tratara de una simple apendicitis, que si no...
Ella giró intempestiva empapando el ambo de Ramiro. 
—Si no, ¿Qué?...
Melina lo enfrentó desafiante, y cuando las miradas se cruzaron ávidas, las chispas iniciales se habían convertido en verdaderas llamaradas.
Si cualquiera hubiese entrado en ese preciso instante, habría percibido el ardor que atravesaba la pequeña habitación.
— Mel... — Dijo, al fin, Ramiro. Y aunque su voz sonó perceptiblemente trémula, la mujer comprendió que no era temor lo que la estremecía. — ¿Podemos hablar más tranquilos y fuera de acá?... 
Ella sostuvo la actitud, pero sólo unos segundos más. Muy a su pesar, esos ojos oscuros e interrogantes, la desarmaron una vez más.
— No tenemos nada de qué hablar... — Respondió Melina volviéndose hacia la generosa pileta de acero inoxidable y desgarrando con naturalidad unas cuantas toallas de papel. 
— ¿Estás segura? — Insistió él mientras se apoyaba sobre la mesada buscando nuevamente la mirada huidiza de la mujer.
Ella suspiró.
— De lo único que estoy segura es que estoy cansada... En unos cuantos minutos termina mi guardia y quiero irme a casa, darme una ducha, comerme un sándwich y meterme en la cama por una semana...
— Hay un par de esas actividades que me encantaría compartir... —
Ella sintió una punzada de dolor en la boca del estómago. Nada cambiaría. Nunca. Y esto era lo peor de todo. Pero logró recomponerse, o al menos simularlo, y lo volvió a enfrentar.
— Ramiro... Ya no tengo más ganas de tu juego estúpido. Somos grandes y tu intento de seducción, además de infantil, me parece patético...
Él acusó recibo. Una cosa era verla enojada, o desolada. Pero otra muy distinta era su cinismo.
— ¡Epa!... Hasta no hace mucho te gustaba mi costado seductor... — Intentó sabiendo que aquello emporaría las cosas, pero sin poder evitarlo.
La naturaleza siempre es más fuerte.
Melina lo miró con auténtico desprecio. La rabia y el dolor habían dado paso a una desagradable sensación de repugnancia. No por él. No. La sintió por ella. Y por su incapacidad de tomar una decisión que, por más dolorosa que fuera, al menos sería digna.
Ramiro la observaba con cautela.
Esa mujer, fuerte y férrea en su vocación de servicio, tan sólo unos minutos atrás, había estado a punto de cometer un error que le hubiera costado bastante más que un disgusto profesional. Y comprendió, muy profundo y muy secretamente que él mismo podía llegar a ser la causa.
La conocía desde hacía 5 años y jamás la había visto dejarse conmover por emociones personales o externas y que pudieran complicarle su trabajo. Y la íntima sensación, nueva e inquietante, estaba logrando asustarlo.
— No quiero seguir con esto... — Comenzó a decir Melina guardando la bata en el locker y aprovechando la oportunidad para alejarse de él — Me lastima y me denigra... Porque nunca vas a verme como quiero... Como necesito... Y no voy a permitir que este sentimiento ingrato me invada y me perjudique...
— Mel... 
— ¡No me llames así! — Grito ella sin darse vuelta.
El tono airado y suplicante cortó en seco su intento de acercarse, y se quedó con el brazo extendido a pocos centímetros del hombro de aquella mujer deseada.
Melina lo percibió, y apretó el puño contra la pequeña puerta de metal. Por fin, había tomado la decisión que la permitiera recuperar su vapuleada dignidad.
— Voy a solicitar en dirección un cambio de guardia inmediato. Los miércoles ya no me convienen. — Susurró mientras abría la puerta exterior del quirófano. — En el equipo de los lunes hay una anestesista estupenda y tiene una hoja de servicios impecable. Como yo... 
Las últimas palabras sacudieron al médico que salió de su perplejidad y decidió insistir en el intento de retenerla. L aferró del brazo como nunca antes. 
Ella tensó los músculos y apenas observó aquella mano que tantas veces la había acariciado con intensidad y ahora, tarde y dolorosamente, se volvía suplicante.
Sin soltarse de la puerta, juntó coraje y murmuró las últimas palabras que Ramiro escuchó de ella.
— Doctor Linares... Agradezcamos a Dios o a quien sea que lo de hoy no pasó a mayores. Y ojalá lo tenga en cuenta de acá en adelante... El miércoles que viene hay programada una cirugía cardíaca. No vaya a ser cosa que tenga que lamentar desenlaces fatales y dolorosos...
Cuando salió al pasillo temió que una parte de ella hubiera muerto definitivamente en aquella sala. Pero su espíritu, fuerte y férreo, la obligó a desear que sólo se tratara de una anestesia inadecuada...
Una anestesia que no dejara más secuelas que ese gusto amargo, indeseable y habitual sí. Pero también, afortunadamente, efímero y pasajero...

Leny pereiro

lunes, 16 de julio de 2012



Obras expuestas en el 23º encuentro
Sabor Artístico



Rosa Liberti 


23º ENCUENTRO  DE "SABOR ARTÍSTICO"
Realizado en Estilo Seicento
Julio 2012



Poema realizado por todos los participantes
anticipando el día del AMIGO

Alegría es cuando tus ojos miran
y mi alma sonríe.
Tu mirada solidaria me llena de color la vida.
Tu belleza empalidece mi tristeza.
Recuerda aquellos días
en que iluminamos la bienvenida
con la calidez de una llama
cuando había sólo oscuridad
con la dulzura de tu sonrisa.
Cálida sensación del alma alborozada
con la pasión al rojo fuego
con la sensibilidad que sólo tienen los grandes.
Recuerda a los que estamos y ayer fuimos
fronda del árbol del amor
Con la misma intensidad.
Colorida presencia de la vida
resplandeciente como en el ayer
con el alma en vibraciones expandida
y la comprensión de la experiencia vivida.
Con la amistad de toda la vida
caminamos con el deseo hecho alma
el corazón abierto
y la sencillez en la mano.

                                                                                                                                                             

martes, 10 de julio de 2012


Primer certamen celebrando el día del Escritor en 
Sabor Artístico 
Junio 2012

Pinturas


Olga Alonso                                            Rosa Liberti                                  Olga Alonso






Textos ganadores


Poesía: Beatriz Belfiore
Narrativa: Graciela Romero


Hacer poesía

Siento que me desnudo en cada verso…
mis emociones se quedan en carne viva.
me pregunto si debo expresar todo eso.
Pero, al fin de cuentas, eso… es hacer poesía.
No imagino a Alfonsina escribiendo de otro modo
ni a Sor Juana volviendo letras lo superfluo.
Hacer poesía es encontrar la palabra justa
que describe un sentimiento.
Es desangrar el alma en cada rima.
Es tomar distancia y salirse de contexto…
pero hacer poesía, también es un pretexto
para sentirme dando besos a escondidas.
No me pregunten si pienso lo que escribo
pregúntenme, si tienen ganas,
si siento lo que expreso.
Porque hacer poesía es, antes que nada,
arrancarle la carne a la conciencia,
con la inspiración brotando de una herida.




Fruta Madura


Sus manos lavan una cara, medio dormida todavía. Al rato, llevan lentamente la taza de mate cocido a la boca, toman el control remoto para encender el televisor. Noticias, robos, accidentes, siempre noticias, otra vez una masacre, zapping por tres canales, violencia entre barras, zapping buscando más noticias, por fin el pronóstico del clima, noticias, armadura necesaria para salir a trabajar, a abrirse paso en eso que está afuera y le llaman mundo. 
Lentamente la máquina se pone en marcha, sus manos abren puertas: de la calle, del garaje, del auto. Una vez instalado, acaricia el volante, enciende la radio, el día que tiene por delante será difícil. Arranca, cruza calles, barreras, semáforos. ¿Sus manos?... Una en el volante, la otra en la palanca de cambios. Llega al lugar elegido. ¿Cómo le irá? Abre una nueva puerta, estrecha manos, hablan de la situación general, discuten precios, hay acuerdos, anota el pedido. Sus manos vuelven a estrechar manos, cerrar puertas, acariciar el volante y seguir su ruta hacia otro cliente. 
Tránsito, barreras, semáforos, calles cortadas, por arreglos o por piquetes, más por piquetes que por arreglos. Media mañana, hora del ministro de turno, sus manos apagan la radio. Nuevo apretón de manos, precios, cantidades, situación general, nunca ausente, pero esta vez no hay acuerdos, no hay venta, ni compra. “No hay problema, paso la semana que viene”. Sus manos anotan en la agenda una nueva cita, vuelven a estrechar manos, a cerrar puertas, a acariciar el volante y a seguir camino. Ahora a la zona sur. Sus manos prenden la radio: se fue el ministro, llegan las noticias: Puente Pueyrredón cortado por movilización. A desviarse del camino y tomar otro alternativo, más largo. Tránsito, barreras levantadas, “a mirar atentamente porque por ahí viene el tren”. Sus manos tiemblan. Semáforos: no siempre funcionan. “Total, por la bolilla que le dan”. Sus manos se aferran al volante. Calles cortadas, por arreglos o por piquetes, más por piquetes que por arreglos. Calles rotas que nadie arregla. “Que van arreglar si son chorros”. Otro desvió por otro piquete, las manos saludan, empáticas tocan bocina. Donde estarán las claves para que algo cambie. Más caminos, semáforo, parada obligada. Se acerca un pibe, con un trapo y un secador: “¿Se lo limpio don?” Su dedo índice le dice no, el pibe limpia igual el parabrisas, su mano busca algunas monedas, la deposita en la palma abierta, se gana un “gracias don”. Calles, barreras, clientes, acuerdos o no. 
Sus manos cierran la puerta del auto, abren la puerta de la casa. 
Durante la cena, se levanta varias veces para ir a buscar algo a la cocina. Ella siempre se olvida de poner la mayonesa o las tostadas, él está tan cansado que ni tiene ganas de pedir, cuesta sacarse la armadura. Sus manos toman lo que hace falta como un autómata. 
Pero a la hora de la fruta, eso sí, a la hora de la fruta nadie lo mueve de su lugar. Ella le alcanza la manzana, una mano la toma por el cabo, después de frotarla en su antebrazo, como caricias dadas al descuido, se detiene a mirar su brillo, aprobando el valor de fruta madura. La acomoda en la otra mano, toma el cuchillo, la parte al medio, luego en cuartos, a esos trozos los corta despacio, en pequeñas láminas, la mira a ella con ojos serenos, la convida como demostrándole que las tensiones del día quedaron atrás. 
Ella le muestra el brillo de sus dientes en cada mordida, saborea, lo mira, sonríe y le señala que elija otra fruta. Él prefiere una mandarina, sus dedos penetran despellejando la cáscara, como desnudándola, reventando el aire con su perfume mancebo. Separa la mitad en gajos, los apoya en el centro de la palma y se los ofrece, entregándole su dulzura, ella mira esa boca mordiendo cada gajo, su lengua nadando en un rio jugoso, como en su boca hambrienta. 
Sus manos la toman por el hombro mientras imagina como el final del día, los rescatará. 

















lunes, 9 de julio de 2012

 Encuentro realizado en el marco del VI Festival Internacional " Palabra en el mundo"





Y llegaron ellos

El hijo es su puerto
Un barco ha partido
con su patria ausente
sus calles, su sol

Y llegaron ellos...
De su suelo en guerra
a la esperanza nueva
Con pena de ausencia
Con hambre de pan

Austeras maletas
un abrigo, un chupete
El miedo escondido
Trabajo y soledad

Y llegaron ellos...
A labrar la tierra
a coser la ropa
a orar y a amasar

Y llegaron ellos
Giuseppe y Carmela
La Lola y Alí
Briguitte con Francoise
Fátima Y Abraham...

Llegaron y están
Vivos en la sangre
que bulle en nuestras venas
Vivos en la música
de aquel acordeón
!Llegaron!
¡Y Están

María Catalina Pugliese



Huella de luna y arcilla

El valle duerme, profundo, la noche reina, invasiva
va por las sendas del tiempo, va por la piedra caliza,
esconde en los pastizales, sabe a vino, sabe a chicha,
y va a su paso dejando huellas de luna y arcilla.

Tal vez no sepa la noche que la historia sigue viva,
por los caminos que el indio transitó siendo semilla
hacer suya la tierra, raíces de piel cobriza,
señores del horizonte donde se pierde la vista.

Una perla en la negrura viste de plata infinita
a las sombras fantasmales que las montañas imitan,
se oyen voces en el valle, suenan tambores de vida,
la luna reina en la noche alumbrando una vasija.

Norberto Calul



Como aquella lejana arquitectura del jardín y la luna
o en el silencio fugaz e introvertido de aquel puente vacío
va nuestro amor, una, dos y tres veces compartido
cual callada, bella y silenciosa cuna.

Oscar J. Alonso