miércoles, 12 de septiembre de 2012




Juguemos a crear  " Pequeñas Historias"




Antonio había pasado una mala noche en la sala de guardia. 
Todos los pacientes que habían entrado esa noche fueron reflejo de la situación de inseguridad por la cual estaba pasando el país. 
Muchos heridos por robos y hasta uno asesinado.
Una mujer entró a la sala muy lastimada, pues habían entrado a su casa a robar y la maltrataron y pegaron. Estaba muy golpeada y con el corazón acelerado por la taquicardia que le produjo el momento.
Muchos eran los casos que se le habían presentado en esa noche. 
No vamos a describir aquí uno por uno.
Antonio sabía que en los veinte años que llevaba trabajando en la guardia, que era lo que a él le gustaba, nunca como ahora recibía tantos casos producidos por ataques de robo o de intento de robo.
Esa noche, en algún momento, llegó a pensar que con 48 años de edad ya debería cambiar de rumbo en su carrera y proponerse algo más tranquilo que las corridas de una guardia.
Quedaban pocas horas para terminar su turno. Fatigable turno de corridas y de vidas salvadas y curaciones.
Quería irse a su casa ya, pero no podía aún tenía un horario que cumplir.
En un momento de relax pudo ir al baño, lavarse la cara y hasta poner una ficha en la expendedora de café para tomarse uno bien caliente y cargado.
Se acercaba la hora del descanso y los ingresos en la guardia ya se habían tranquilizado y menguado.
Decidió partir unos minutos antes a cambiarse. Pero no pudo llegar al vestuario cuando escuchó que lo llamaban. Otra urgencia había entrado en la guardia.
Una mujer con graves heridas acababa de ingresar, semiinconsciente y con sus ropas arrancadas. Había sido violada también.
Al llegar la vio. Era Camila, Euna médica que hacía diez años había compartido la sala de guardia con él. Al verla recordó el primer día que la vio. ¡Cómo olvidarlo! Su energía irradiaba ganas y alegría y su belleza lo llenaba de deseo. Era ocho años menor que él. Recordó aquél día en que, entre paciente y paciente, locos de pasión, se escondieron en la droguería e hicieron el amor de la forma más hermosa. Sus relaciones habían seguido, pero fue cuando la trasladaron a la provincia cuando dejaron de verse. ¿Qué habría sido de ella?
Mientras intentaba hacerle retomar la conciencia pensaba qué cosas había vivido aquella mujer que se había llevado una parte de su corazón.
En un momento de conciencia, abrió los ojos y lo vio. Lo reconoció. Sonrió a penas y le tomó la mano a aquel con quien había compartido tan buenos momentos. 
El dejó suave su mano para ella y en pocos instantes su corazón dejó de latir.
Una lágrima rodó por la mejilla de Antonio.


Eduardo Cortese 

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